La memoria es sorprendente. Crees que has olvidado algo o quizás ni lo recordabas y de repente, vuelve. Un escalofrío te recorre el cuerpo, el vello de punta, lágrimas en los ojos ¿En qué rincón de mi cabeza estabas? ¿Cómo te conservó mi corazón?
Todo se guarda en cajones, en pequeños compartimentos. A veces éstos se abren, destapan su contenido. Yo creía que te habías ido y aquí sigues, a mi lado; formando parte de mi historia.
Puede ser una cara, un gesto, una mirada o un beso. El abrazo que nos dejó prendados, atados a alguien con un hilo fino, enredados para no soltarse. O tal vez no hablemos de una persona y era un gatito y sus maullidos quien llenó de amor tu tiempo.
Pero ¿y los objetos? ¿y aquello que pisamos, tocamos, utilizamos en algún momento de ese paseo por la vida? ¿acaso ellos no nos tocaron el corazón?
Quizá ni tan siquiera los conservamos. No eran tan importantes, al fin y al cabo, o hubiera sido imposible guardarlos para siempre. Trastos, muebles, juguetes, mis libros, tu ropa, sus fotos, el suelo que pisaste o el espejo en el que se miraba antes de salir a la calle. Era tan presumida.

Nos vemos, amigos.
Espero que os haya gustado.